Buscando una iglesia

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viernes, 29 de julio, 2016

Eran casi las doce del mediodía, y acabábamos de cerrar la puerta del jardín en frente de nuestra agencia benéfica, como hacemos cada día a esa hora.  Todavía había algunos clientes parados en la acera frente a la entrada, y la escena era un poco caótica.  Dos mujeres gritaban a nuestro guardia de seguridad, enojadas porque necesitaban regresar más tarde, y una tercera intentaba mediar (aunque le habíamos dicho que no era una buena idea).  Hacía calor, y todos se sentíamos estresados, cansados, listos para nuestro descanso para almorzar.

De repente, llegó una cuarta mujer, y se acercó al grupo.  Afortunadamente no quería involucrarse en la pelea; sólo quería preguntarnos dónde se ubicaba la agencia cristiana en este parte de la ciudad, la que ayudaba con ropa y comida.  Le dijimos que, de hecho, estaba en frente de ella.  La mujer respondió, sorprendida, «Yo estaba buscando una iglesia».  No, comentó mi compañera, bromeando, para encontrarnos sólo se necesita buscar el lugar donde hay gente gritando y discutiendo.

La verdad es que cuando pensamos en una iglesia normalmente no pensamos en un lugar como nuestra agencia, llena de gente desesperada, enferma de la mente, ruidosa, sucia.  Las iglesias son edificios bonitos en los que se encuentran congregantes bien vestidos y educados.  Escuchan y hablan respetuosamente, sin ofender ni molestar; no hay peleas ni crises.  Cualquiera que asista regularmente a servicios en una iglesia sabe que con frecuencia hay mucha tensión bajo la superficie—chismes, desacuerdos, resentimientos, a veces escándalos—pero nunca a la vista, nunca en la calle.

¿Pero realmente qué es la iglesia?  Pienso con frecuencia en la máxima famosa (cuyo origen no se sabe con certidumbre) que «la iglesia no es un museo de los santos, sino un hospital para los pecadores».  Jesús afirmó, «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.  No he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Marcos 2:17).  Según esta perspectiva, la iglesia de la visión de Jesús se parece más a nuestra agencia que a los edificios grandes y formales, llenos de gente comportándose bien, teniendo cuidado de no ofender, uniéndose con personas similares, evitando a la gente «difícil» o diferente con sus problemas y desafíos.  Nuestra misión, en contraste, representa la de la iglesia verdadera.  Dios nos ha llamado a servir al acoger a gente quebrantada y lastimada, personas que pueden ser difíciles y a veces arman escándalos.

Y tal vez nuestro servicio y nuestra misión tiene más resonancia que la iglesia como una institución tradicional y con frecuencia exclusiva.  Hoy en día se habla mucho de las razones por las cuales mucha gente en los EEUU y en otros países industrializados ha dejado de asistir a las iglesias.  Comentaristas religiosas buscan las explicaciones y lamentan que la religión organizada ha dejado de ser relevante para muchas personas.  Pero si pensamos en la iglesia como agencias como la nuestra y otros tipos de lugares en donde se acogen a gente marginada, tal vez la iglesia no es tan irrelevante.

Cuando tenemos en nuestra agencia días de servicio para voluntarios de muchos ámbitos diversos, por ejemplo, siempre asisten muchas personas que no van regularmente a la iglesia y gente que no tiene ninguna tradición religiosa.  Algunos aprenden de nuestros esfuerzos de un anuncio sobre uno de nuestros proyectos; otros son antiguos clientes que quieren regresar para ayudarnos.  A veces llega alguien que nos ve de la calle y entra para averiguar que estamos haciendo.  Quieren ayudar a los demás y buscan experiencias significativas—se podría decir que, en el sentido general, buscan una iglesia, aunque no lo describirían así porque, como la mujer que llegó a nuestra agencia, tienen una imagen diferente, de una institución formal.  Espero que encuentren nuestro Salvador, no en el medio de un grupo de gente «respetable» y decorosa sino en el medio del ruido y emoción de nuestro servicio.

Esto, para mí, es la iglesia, un lugar de gritos y personas en crisis, un ámbito a veces caótico y lleno de gente ruidosa, emotiva, poco presentable.  Un lugar en donde los quebrantados, los pecadores, los marginados, y los olvidados pueden expresarse sin juicios y recibir ayuda y amor.  La mujer que llegó a nuestra agencia diciendo que buscaba una iglesia pensaba que estaba en el lugar equivocado, pero no lo era.  La había encontrada.

Foto: freeimages.com/H Assaf