«Vete a otra parte»

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domingo, 3 de enero de 2016

Como llevo diez años trabajando en nuestra agencia benéfica, conozco bastante bien a varias personas sin hogar que viven en el centro de nuestra ciudad. Muchas veces, veo a nuestros clientes en el parque, la biblioteca, la oficina de correos, la calle, una tienda. Normalmente me reconocen y nos saludamos (a menos que yo los vea mientras esté manejando), pero no paran mucho tiempo para hablar. En contraste con sus visitas a nuestra agencia, en donde a menudo se quedan incluso después de recibir servicios para hablar o relajarse, están en moción en estos otros lugares. No es que den la impresión de tener prisa, pero con frecuencia evitan detenerse por mucho tiempo en un espacio. Siempre moviéndose.

Para una persona que no tiene mucha experiencia con los que viven en la calle, tal vez esto parezca raro. En muchos casos, se presume, no tienen una destinación específico adonde ir, entonces ¿por qué sienten la necesidad de moverse constantemente? Después de escuchar las historias de mis clientes, entiendo. Reciben un mensaje de la sociedad todo el tiempo, sea explícita o implícita: «Vete a otra parte».

Normalmente, no hacen nada que le moleste a alguien directamente, pero de todos modos la gente prefiere que se vayan. Veo a la policía escoltando a personas sin hogar de un rincón u otro. Con frecuencia, la policía los echa de los lugares en que duerman, incluso cuando se trata de un área aislada. «Nos despiertan y nos dijeron que nos vayamos a otro lugar», me cuentan clientes cansados. Como en nuestra ciudad—como en muchas hoy en día—no hay suficiente espacio en los refugios, solo pueden ir a otra parte afuera para dormir un poco, hasta que otro policía los despierta. Un ciclo de movimiento constante. Varias ciudades tienen leyes que prohíben que una persona se quede más de un tiempo limitado en una estación de autobuses, incluso si tiene un boleto. En muchos barrios, clientes que viven en sus autos reciben multas si duermen en ellos en la calle. Como no pueden pagar, arriesgan perder sus vehículos, que son los únicos refugios que tienen. El mensaje: no duermas aquí, no te detengas aquí, vete a otra parte.

A veces algunas personas sin hogar le molesta a la gente alrededor de ellos, normalmente por una enfermedad mental que hace que griten o se meten en problemas públicas. En estos casos, por supuesto, las autoridades necesitan actuar. Pero su solución con demasiada frecuencia es el mismo orden: vete a otra parte. No nos importa adonde, siempre y cuando no esté aquí. Me acuerdo, por ejemplo, de una tarde en la biblioteca cuando de repente escuché los gritos de una mujer agitada. Se trató de una clienta nuestra con una enfermedad mental muy seria que, con frecuencia, se mete en problemas con otras personas que reciben nuestros servicios. Vi a los agentes de seguridad echarla de la biblioteca, sabiendo que con todos los cortes en los servicios públicos para personas como ella, no había ninguna agencia que realmente pudiera cuidarla. Iría a otra parte, en donde se metería en problemas y se vería expulsada otra vez.

Estas acciones por parte de las autoridades no sirven de nada a largo plazo. En ciudades con una escasez de espacios en refugios o alojamientos accesibles, la gente va a continuar viviendo en la calle. Dado que muchas municipalidades han eliminado programas para personas con trastornos mentales, no van a recibir ayuda y tratamiento, y van a encontrarse en lugares en donde le molestan a la gente. Si nuestra solución sólo consta de moverles una y otra vez, la situación continúa. Vete a otra parte, y después a otra, pero nunca a un lugar en donde puedas pararte y recibir apoyo. Otro ciclo, otro camino constante sin destinación fija.

Hablamos del ciclo de estar sin hogar como si fuera algo que creyera la gente sin techo. En realidad, en gran parte lo creemos nosotros. No nos gusta ver a la gente sin hogar, ni la gente en la calle que necesita cuidado psiquiátrico, pero no tenemos la voluntad de gastar el dinero ni de dedicar el tiempo para resolver sus problemas. Les decimos que vayan a otra parte, y al mismo tiempo nos quejamos de que continúen un ciclo, un lugar tras otro. Somos nosotros los que nunca les permiten llegar.

Foto: Bidgee [CC BY-SA 3.0 au (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/au/deed.en)%5D, vía Wikimedia Commons