jueves, 21 de julio, 2016
Es una frase que escuchamos muy a menudo en nuestra agencia benéfica. A veces, cuando le decimos a un cliente que va a tener que esperar para servicios, nos responde: «No hay problema; no tengo ningún lugar adonde ir». En otras ocasiones, hay clientes que tienen mucha prisa, y alguien entre los voluntarios o personal comenta, «No es como si tuviera adonde ir». Obviamente las dos interacciones tienen un tenor muy diferente: en la primera, el cliente está siendo amable, y yo por lo menos aprecio su impulso de tranquilizarme. En la segunda, el trabajador normalmente está frustrado con lo que percibe como una «actitud inapropiada»: está persona me está pidiendo ayuda, piensa, ¿qué derecho tiene de apurarme? En los dos casos, sin embargo, los que trabajan con los pobres suelen hacer suposiciones basadas en prejuicios y percepciones negativas hacia los necesitados.
Cuando clientes nos dicen que no tienen ningún lugar adonde ir, generalmente no nos molesta; es un alivio enorme no tener que anticipar reacciones enojadas y peleas con otros clientes por su lugar en la fila de los esperando servicios. Pero hay momentos en que algunos trabajadores se frustran al ver a clientes sentados en los bancos en nuestro jardín, sin nada más que hacer en ese momento. La nuestra es una sociedad que valora la ambición, tener los objetivos de la vida, avanzar. ¿Esta persona no tiene metas, no quiere mejorarse lo que nos parece una vida muy deficiente? Pensamos en la pereza, en la falta de interés en hacer algo productivo, en la pérdida del poco tiempo que tenemos en la vida.
Hay varios problemas con esta manera de pensar. Primero, hay contradicciones entre las maneras de la que hablamos de los ricos y los pobres que parecen contentos con ser en un momento dado, sin algo específico que hacer. Para los ricos, esa actitud es positiva; «están viviendo en el momento», apreciando lo que está a su alrededor y interactuando con los demás sin prisa. Los pobres en esta posición, en contraste, se ven como vagos, personas que deberían estar haciendo algo útil. ¿Pero no es positivo que una persona pobre disfrute de los en su entorno? Por supuesto que sí, y sin embargo tenemos un doble rasero cuando se trata de los pobres y los ricos. Además, ¿por qué presumimos que alguien que parece contento en el momento «no hace nada»? ¿No es escuchar a otra persona o esperar una cita con paciencia «haciendo algo»? Es la verdad que no tiene un beneficio económico, pero es algo importante y valioso. Entendemos esto cuando pensamos en los ricos aunque no cuando se trata de los pobres.
¿Pero qué significa cuando, en contraste, una persona pobre parece tener prisa y nos ponemos fastidiados, presumiendo que no tiene derecho de estar impaciente porque no tiene adonde ir? Esto también demuestra nuestros prejuicios en contra de los pobres. Suponemos que sus vidas no tienen las mismas exigencias que las nuestras: citas con doctores, hijos que necesitan llegar a la escuela a una hora en un momento determinado. De hecho, muchos de nuestros clientes no sólo tienen lugares importantes adonde ir sino también sufren más que personas privilegiadas cuando no llegan a tiempo. En sus trabajos mal pagados, con frecuencia hay consecuencias severas por tardanza; clínicas públicas suelen ser menos indulgentes con sus pacientes que los consultorios de doctores privados. Nuestros clientes recién salidos de la cárcel tienen oficiales de libertad condicional; los con adicciones con frecuencia tienen consejeros o participan en programas obligatorios. Faltar a estas obligaciones puede costarles su libertad.
«Ningún lugar adonde ir»: normalmente pensamos que suena negativo. Pero en el contexto de servir, hay que cuestionar las presuposiciones que tenemos sobre objetivos y propósito. Incluso se podría decir que para los servidores, nosotros que ayudamos a los necesitados, puede servir como un propósito en sí mismo. Estoy aquí en este momento para ayudar, servir, escuchar, y mientras trabajo sólo me enfoco en este lugar. No tengo adonde ir—ningún otro lugar en el que preferiría estar.
Foto: Ian Paterson [CC BY-SA 2.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0)%5D, vía Wikimedia Commons