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lunes, 11 de abril, 2016

El lanzador y jardinero Babe Ruth declaró, «Caramba, es solitario estar en los jardines.  Es difícil mantenerse despierto sin nada que hacer».  Y aunque ningún jugador profesional negaría que los jardineros tienen un papel muy importante en el deporte de béisbol, su comentario era acertado.  Pasan mucho tiempo sin hacer nada, esperando que la pelota vaya más allá del diamante—y durante muchas entradas, esto no pasa.  Un lanzador «consigue el triunfo» o «recibe la pérdida», y se grita su nombre una y otra vez.  El lanzador y el receptor se involucran en cada lanzamiento y muchas jugadas, y los jugadores de base persiguen y tocan los corredores.  Mientras tanto, los jardineros miran mucha de la acción desde afuera, listos para participar pero con frecuencia no llamados para actuar.

Al nivel de las Ligas Pequeñas, como sabe cualquier padre beisbolista, la posición de jardinero se ve con frecuencia negativamente.  Si es el caso que, como dijo Ruth, no hay «nada que hacer» en el jardín en un partido profesional, en las ligas juveniles los jardineros normalmente están más lejos de la acción.  Hay menos batazos de aire, menos hits que llegan al jardín.  En los partidos de los jugadores más jóvenes, se pueden ver con frecuencia jardineros sentándose o acostándose en el césped, buscando insectos, bailando, o soñando despiertos.  Los más grandes empiezan a desear las posiciones de lanzador o primera base.  Es un secreto mal guardado que muchos entrenadores del béisbol juvenil mandan a sus jugadores más débiles al jardín, y los jardineros—y con frecuencia sus padres también—se quejan.  ¿A quién no le gustaría poder decir, «mi hijo, el lanzador»?

Pero si concebimos la vida en los términos del béisbol—y para los aficionados como yo, casi todo en la vida se puede entender así—¿qué posición normalmente jugamos?  Somos jardineros.  Trabajando sin reconocimiento la mayoría del tiempo, esperando que algo pase que nos involucre, mirando como las estrellas reciben los aplausos.  Puede ser decepcionante y deprimente a veces.  Raras veces es glamoroso.  Pero yo mantendría que para los que queremos servir al Señor por medio de servir a nuestro prójimo, entender y abrazar esta posición y su importancia nos puede ayudar a ser servidores mejores y más compasivos.

La posición del jardinero se parece a la posición del servidor no a pesar de, sino por causa de su falta de glamor.  Cualquiera que haya trabajado en una obra de caridad o para una agencia benéfica admitirá que no es del tipo de trabajo que se haga para recibir reconocimiento.  Los directores y donantes, como los lanzadores o receptores, reciben aplausos para los éxitos y críticas para los fracasos.  Son los que aparecen en la publicidad y toman llamadas telefónicas de políticos y líderes religiosos.  Los voluntarios ordinarios trabajamos como los jardineros, con frecuencia no involucrados en la «acción principal» pero sin embargo trabajando constantemente.  Incluso en una entrada en la que nada pasa en el jardín, los jardineros se mantienen listos y en sus posiciones de servir.  Esperan algo que tal vez no pase.  A veces atrapan un batazo de aire o una línea, pero con frecuencia su papel no llama ninguna atención.  Son partes fundamentales de un equipo pero normalmente son los otros los que escuchan que gritan sus nombres.

Los jardineros también deben respaldar a los jugadores del campo, particularmente los de las bases.  El trabajo de respaldar es fundamental pero con frecuencia poco valorado.  O, mejor dicho, no valorado hasta que otro jugador no pueda atrapar la bola.  Los jardineros son los que se paran detrás, literalmente, listos para actuar pero no como la primera opción.  Los servidores también tenemos un papel de respaldo.  Cuando una persona necesita nuestra ayuda, lo ideal es que apoyemos sin actuar (o hablar) por ella.  A veces—sobre todo cuando empezamos a servir—hay una tentación de tomar control de la vida de una persona con necesidades, de intentar arreglar sus problemas nosotros mismos.  Pero muy a menudo esto no funciona bien.  Nuestros egos y opiniones nos impiden realmente ver que necesite la persona; también esta manera de «ayudar» con frecuencia parece condescendiente o irrespectuosa de la autonomía de ella.  Cuando aprendemos a trabajar como jardineros, permitiendo que la persona tenga el papel principal y que nosotros la respaldemos, servimos humildemente con compasión y consideración.

Babe Ruth tenía razón: es solitario a veces ser jardinero, y a veces tedioso.  Pero cualquiera que pase mucho tiempo en los campos de béisbol sabe que no hay nada más bello y pacífico que esa extensión de césped en el jardín.  Allá, experimentamos la belleza de la creación y trabajamos sin necesitar estar en el centro de la acción.  Humildes y pacientes, llamados a servir.

Foto: Por Jayron32 (Obra propia) [CC BY-SA 3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)%5D, vía Wikimedia Commons

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