La Semana Santa en un tiempo de inquietud, parte 3: La Pascua como síntesis

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domingo, 27 de marzo, 2016

Cada Pascua en la iglesia episcopal en la cual crecí, los jóvenes llevábamos flores que poníamos en una gran cruz cubierta de alambre. Normalmente, cuando mi familia llegaba ya había muchas flores y la imagen era bonita, colorida, jubilosa. Pero las pocas veces en las que llegábamos temprano, veíamos una escena diferente: la cruz sin sus flores, severa y hasta espeluznante, en la iglesia callada. Era apropiado, por supuesto, que pareciera así; la cruz, como instrumento de una de las torturas más horribles en la historia de la humanidad, da miedo por instinto. Poco a poco, conforme se añadían flores, la imagen se suavizaba y se hacía bella. Pero era imposible olvidarse de la cruz debajo de las flores; se había transformado pero no había desaparecido.

En un sermón en la Iglesia de la Avenida Dexter en Montgomery, Alabama, el Domingo de la Pascua de 1957, el reverendo doctor Martin Luther King, Jr. habló de la culminación de la Semana Santa, la Resurrección. Era una época difícil en los EEUU para los afroamericanos, una época de segregación, racismo legal e institucional. King notó cuan hermosos parecían muchos miembros de la congregación, pero no era una época bella.

Estamos acostumbrados a escuchar sermones alegres y llenos de jubilación los Domingos de la Pascua, pero el tono del mensaje de King era diferente. «¿Esta mañana, están decepcionados por algo?» preguntó.   Por supuesto que sí, lo estaban. King también sentía esta desesperación: «Saben que de vez en cuando, mis amigos, dudo. De vez en cuando, yo también me perturbo.» King no negó que la situación pareciera oscura, que hubiera muchas razones para desesperarse. Le contó a su congregación que con frecuencia tenía preguntas para Dios, preguntas sobre por qué los afroamericanos estaban sufriendo tanto, por qué parecía que las fuerzas de la malvad triunfaba, por qué «el Viernes Santo ocupaba el trono».

King no les dijo a sus feligreses que debieran olvidarse de todo su sufrimiento y tristeza. No les recordó que fuera un día de júbilo. Porque dada su situación, en muchos sentidos, no lo era. Pero les ofreció un mensaje de esperanza, un mensaje de una alegría profunda y paciente. «La Pascua viene», les dijo. «Y cuando venga, sería un gran día». La Pascua, indicó, representaba «el poder del amor». Otros poderes parecían triunfar, pero el amor «es el poder más durable del mundo».

¿Pero qué quería decir, el Domingo de la Pascua, al hablar del evento como algo del futuro? ¿No era un hecho, un evento en el pasado? Por supuesto que sí, pero al mismo tiempo, no totalmente. King observó que «el péndulo se mueve hacia atrás y hacia adelante, pero tiene una culminación». El Domingo de Ramos, King explicó, es la «tesis» y el Viernes Santo la «antítesis». Pero Jesucristo nos dice: «Hay una síntesis en la Pascua». Una síntesis no niega la fuerza de la tesis ni de la antítesis—que son ideas en conflicto—pero las combine en algo nuevo que las reconcilia. En La Pascua, la esperanza del Domingo de Ramos y la desesperación del Viernes Santo se reconcilian, pero todavía experimentamos la profundidad de estas emociones.

Debajo de las flores, hay la cruz oscura y sombría, y a veces esta imagen nos recibe, incluso el Domingo de la Pascua. A veces el descenso de la esperanza del Domingo de Ramos hasta el Viernes Santo nos ha sido demasiado difícil. Pero las flores llegan, y transforman la cruz en algo nuevo. Una síntesis, una promesa, la vida nueva y eterna en nuestro Salvador.

Foto: freeimages.com/Margaret Young

Sermón del reverendo Dr. Martin Luther King, Jr. en la Iglesia de la Avenida Dexter en Montgomery, Alabama, el 21 de abril de 1957: http://kingencyclopedia.stanford.edu/encyclopedia/documentsentry/questions_that_easter_answers.1.html (las traducciones son mías)