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martes, 17 de mayo, 2016

En noviembre de 2013, durante su primer año como papa, el papa Francisco conmovió a un público en la Ciudad del Vaticano—y después, al mundo a través de los medios y las redes sociales—cuando abrazó a un hombre, Vinicio Riva, que padecía de una enfermedad rara, neurofibromatosis, que le había dejado con tumores por todo su cuerpo.  La imagen del papa acariciando al hombre, cuya cara en particular era muy desfigurada, servía como un testimonio poderoso del amor de Francisco para los marginados.  Los seres humanos normalmente rechazamos a gente con una apariencia tan impactante y desagradable, o por lo menos evitamos contacto con ellos.  De hecho, el hombre, en una entrevista después de su encuentro con el pontífice, describió el tratamiento que normalmente recibía de los demás: miradas asustadas, órdenes de no acercarse a ellos, temor, palabras crueles.  Pero el papa lo tocó, lo recibió en sus brazos con cariño, le besó la cara.

Cuando vi la foto, pensé inmediatamente: he visto a alguien con esta enfermedad.  Se trataba de una mujer que trabajaba como voluntaria por varios años en la agencia en la que trabajo, pero que lamentablemente sufrió un accidente serio en la calle cuando un coche le atropelló y tuvo que mudarse a un centro de vida asistida.  La extrañamos; en su trabajo con nosotros, ayudaba a los clientes con buscar y escoger ropa, una tarea que requiere organización y paciencia.  Aunque algunos voluntarios no asisten a nuestras oraciones antes de empezar a trabajar, ella compartía estos momentos con nosotros.  No hablaba mucho, pero siempre era agradable.

Durante mi tiempo trabajando con esta voluntaria, yo pensaba con frecuencia en cuán difícil debía ser vivir con su deformidad.  Pero creo que no apreciaba totalmente lo increíble era su servicio con nosotros, dado lo que debía estado sufriendo.  La experiencia del papa Francisco y Vinicio Riva me hizo entender más la vida de mi compañera.  Por supuesto que se me había ocurrido que todo el tiempo recibía las reacciones negativas de los demás: repulsión, burlas, miedo, rechazo.  Pero leyendo de las experiencias de Riva, por primera vez pensó en escenas concretas: una persona que le dijo directamente que no quería mirarlo y no le permitió sentarse a su lado en el autobús; el rechazo de su padre.  También aprendí que la condición es muy físicamente dolorosa.  Nuestra voluntaria nunca se quejaba, pero me imagino que sufría cada día.

A la luz de todo esto, ahora el servicio de nuestra voluntaria me impresiona aún más que antes, y creo que sirve como un ejemplo fuerte del servicio puro y de un tipo de amor muy especial.  El servicio es fundamental para cristianos, pero puede ser muy difícil a veces.  En un ámbito como el nuestro, en particular, enfrentamos varios desafíos: clientes con enfermedades mentales, la frustración o enojo de personas en crisis, la desesperación de los agobiados.  En algunos casos, no sólo recibimos reacciones negativos sino también se nos rechaza.  A veces, clientes enojados hacen comentarios sobre la apariencia o las habilidades de uno de nosotros: eres gorda, tienes dientes horribles, eres estúpido.  Entendemos que no es personal—los insultos surgen de su frustración—pero puede dolernos.  A veces, nos quejamos o nos sentimos apenados por nosotros mismos.

Normalmente, nos mantenemos fuertes porque sabemos que es una situación temporal, que podemos salir al fin del día y regresar a un mundo que nos acepta.  Pero nuestra voluntaria con la deformidad no podía esperar eso.  Sin duda, se le rechazaba constantemente en su vida fuera de nuestra agencia, y sin embargo, ella tenía tanto amor por dentro que quería servir.  Para ayudar a los demás, estaba dispuesta a exponerse a reacciones negativas y enfrentar gente que no conocía.  No iba a permitir que miradas ni comentarios le detuvieran.  Podría haberse escondido de los ojos del mundo, pero su amor para el Señor era más fuerte que cualquier incomodidad.

Al verla, muchos pensarían que no era querida, que se sentía despreciable.  Pero ahora entiendo que ella sí se sentía amada, amada por el Señor que ella adoraba y al que se dedicaba a servir.  No recibía el amor del mundo, pero el amor de su Salvador era más que suficiente.  Y este tipo de amor le animaba a darlo a los demás, aunque era probable que no recibiera ningún cariño en cambio.  Estoy segura de que muchos de nuestros clientes que recibían ese amor se daban cuenta de algo que ahora entiendo: era una de las personas más bellas que haya conocido.

Imagen: Por Cadetgray (Obra propia) [CC BY-SA 3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0) o GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html)%5D, vía Wikimedia Commons (vitral con imagen de Jesús curando a un leproso, Iglesia Luterana de San Mateo, Charleston, Carolina del sur)

http://www.lavanguardia.com/vida/20131120/54394331094/vinicio-riva-papa-no-sabia-contagioso-beso.html

http://www.lanacion.com.ar/1639952-vinicio-riva-el-hombre-enfermo-que-conmovio-al-papa-senti-el-amor-de-francisco

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